domingo, 4 de diciembre de 2016

¡Vendemos felicidad!

Los que me conocéis, sabéis que me gusta mucho la música. Por circunstancias, he tenido que cambiar de equipo de música. Comprar un equipo no es tarea fácil, pero se disfruta mucho con todo el proceso de compra, haciendo comparativas, leyendo en foros, y, por supuesto, haciendo pruebas de sonido en las tiendas especializadas. ¡Esa es la mejor parte!
Para poneros en situación, estas tiendas venden aparatos desde 50-100 € hasta de 20.000, 50.000 ó 100.000 euros (os aseguro que mi equipo no costó eso). Pues una vez cerrado el proceso, ya en la caja para pagar, charlando con el vendedor, muy amable y sonriente, me llegó a decir: “Claro, es que aquí vendemos felicidad”. No suelo ser de esos que entran en polémica en seguida, y menos en una situación tan puntual, pero al oírle decir eso no pude evitar callarme, y le dije: “Hombre, con mucho cariño te lo digo, pero… tampoco te pases”. A lo que él me contestó: “Sí, sí, es verdad lo que te digo, la gente se va de aquí con una sonrisa de oreja a oreja”. Y yo pensé: “¡Claro!, con razón crees que vendes felicidad”.
La verdad es que les estoy muy agradecido, porque me hizo estar pensando todo el camino de vuelta a casa, en las razones por las que aquel hombre estaba equivocado y empecé a pensar en los argumentos que le diría si me lo volvía a encontrar.
¿Felicidad?
Felicidad es ver a mis hijos correr por el pasillo para darme un beso al llegar de trabajar.
Felicidad es ver a mi hijo nervioso porque al día siguiente tiene su primer partido de fútbol.
Felicidad es ver a mi hijo mayor explicarle los deberes del cole a su hermano pequeño.
Felicidad es haber visto a mi hijo prematuro nacer con 670grs, tenerle en el pecho desnudo con poco más de un kilo lleno de cables, y ver cómo ahora con más de dos kilos me sonríe después de darle el biberón.
Felicidad es ver cuando tu mujer te cubre cuando tú no llegas, con una sonrisa y un beso.
Felicidad es cuando miras años atrás, y ves que todo el esfuerzo que habéis hecho tu mujer y tú, no ha sido en vano. Ha sido duro, a veces muy duro, pero ha valido la pena. (Y lo que queda).
Felicidad es saber la gran suerte que tengo de tener los padres que he tenido, y que gracias a su esfuerzo y generosidad, estoy aquí.

Podría seguir mucho más. Dentro de unos 3 o 4 meses, me habré acostumbrado al equipo, aunque me hubiese comprado el de 100 mil euros. Porque somos humanos. Y porque un equipo de música no da la felicidad, ni un coche, ni una casa. El día que te lo compras, estarás muy contento, como yo lo estaba, pero eso no es felicidad. Tu hijo crece y cada día te sorprenderá con algo que, inexplicablemente, te hará feliz. Porque son expertos en eso. Sin embargo el equipo no sonará cada día mejor, el coche no correrá más, y la casa no se hará más grande. La felicidad ni se vende, ni se compra.