Desde siempre se sabe que los niños son como esponjas, que lo cogen todo a la primera. De hecho, seguro que conocemos alguna historia de alguien que va a trabajar a otro país con otro idioma y se lleva a la familia, y los hijos siempre aprenden el idioma más fácil y mejor que los padres. Lo mismo pasa con el funcionamiento de algunos aparatos, como la cámara de fotos, o gestos que vemos que hacen que no les hemos enseñado, como apuntar con el mando a la tele cuando estamos cambiando de canal, o apoyarse su teléfono móvil en el hombro para jugar a que hablan por teléfono.
Ahora digo yo, si somos conscientes de lo listos que son, y de lo fácil que asimilan todo, ¿por qué no nos preocupamos de que eviten ver lo que no les va a ayudar o les va a afectar? ¿por qué tenemos que hacerles partícipes de nuestros problemas o preocupaciones? ¿no os dice la lógica que igual que asimilan lo bueno, como un idioma, también van a asimilar lo malo, como una situación de tensión?
No me refiero a una discusión de matrimonio… Bueno, porque doy por supuesto que todos somos conscientes de lo que perjudica a nuestros hijos vernos discutir… Pero bueno, por si acaso os quiero decir, que JAMÁS DISCUTÁIS DELANTE DE VUESTROS HIJOS. ¿Qué por qué? Vuestros hijos pensarán que esa es la forma de relacionarse con los demás; no podrán acudir a vosotros para demandar ese cariño que todos necesitan, ya que os tendrán miedo de que reacciones igual con ellos; perderéis parte de su confianza para que os cuente las cosas; es posible que en un futuro no muy lejano, hable así a los demás, como a los profesores del colegio, y no digo ya a sus compañeros; será muy difícil que consiga tener amigos, no sabrá relacionarse, ya que es lo que ha visto en casa; a vosotros mismos os hablará de la misma manera; y lo peor de todo, es que para él, todo esto será lo normal, porque no ha visto otra cosa. Por eso nunca os levantéis ni siquiera la voz entre vosotros. Aunque en ese momento no queráis deciros cosas bonitas (todos tenemos esos momentos), por lo menos estaos callaos, y cuando los niños no estén, habláis lo que tengáis que hablar. Por favor.
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