¿Piensas
lo contrario? Voy a intentar convencerte.
Seguro
que todos recordamos a alguien en nuestra vida que nos ha invadido por su
sabiduría, su manera de decir las cosas, su manera de explicarse, su manera de
actuar… y seguro que todos tenemos un recuerdo agradable y bueno de esa
persona. También recordaremos, haciendo un poco más de esfuerzo ya que nuestro
cerebro habrá intentado borrar ese recuerdo, a esa persona que era todo lo
contrario: te gritaba para que la hicieras caso, incluso alguna vez te daba un
cachete, te lo decía de malas maneras, muy bruscamente. A los dos les hacías
caso, pero ¿Cuál crees que ha sido la persona que más ha influido de las dos? ¿A
cuál de esas dos te gustaría parecerte? ¿Cuál de las dos maneras de
comunicación (hablaremos más adelante de manera más extensa de este tema) es la más
efectiva para tu hijo? Está claro, pero voy a explicarlo.
Estamos
haciendo la comida y va acercándose la hora de poner la mesa. Desde la cocina
llamas a tus hijos y les dices “¡Es la hora de comer, id poniendo la mesa!” Y
como si se lo hubieras dicho a los azulejos. Vuelves a lanzar el mensaje, esta
vez algo más alto y con cierto tono de comienzo de enfado. Y en la casa sigue
sin moverse nadie. Total, que te enfadas del todo, dejas el cucharón (por si
acaso, no vaya a ser que se te ocurre tirárselo a alguno) y vas hacia donde
está cada uno lanzando improperios y amenazas en volumen más bien alto, lo que
podría considerarse gritando. Tus hijos te hacen caso, claro (yo también lo
haría lo que me pidieran en ese momento, os lo aseguro, con o sin cucharón en
la mano), ¡por la cuenta que les trae!
Os voy
a pedir que intentéis una alternativa que os propongo a continuación. Mientras
estás en la cocina y llega la hora de comer, deja el cucharón lo primero. Apaga
el fuego o bájalo para que no se queme nada. Tranquilamente ve hacia donde
están tus hijos y te pones a una altura donde puedan mirarte horizontalmente a
la cara, y a continuación con voz pausada le dices: “Pedro: mírame que quiero
decirte una cosa” Y esperas a que tu hijo te mire y te preste atención. En ese
momento le dices: “Hijo, es hora de comer. Necesito que, por favor, vengas a
ayudarme a poner la mesa mientras termino de hacer la comida” Ojo, sin que sea
una pregunta. Pero esperas su confirmación con un “vale, voy” por ejemplo. Si
está acabando algo será mejor que esperes con él a que acabe (no hay nada de
malo en eso, no tiene que ser todo inmediato) unos segundos, no 15 minutos por
supuesto. Y vas con él a la cocina dándole las gracias por ayudarte.
Esto mismo
es aplicable a cuando nos estamos yendo del parque (es mejor avisarle 5 minutos
antes, para que se vaya haciendo la idea), o cuando hay que irse a la cama, o
cuando hay que ponerse a hacer los deberes…
El
mensaje es que quiero que os deis cuenta de que son personitas, no son robots
que al oír una instrucción, automáticamente dejan lo que están haciendo y
ejecutan la orden. Pensadlo. ¿No creéis que a vosotros os pasaría igual?
Ya me contaréis.
Tengo que mejorar eso. Además ellos imitan lo que ven y da pavor pensar tan sólo en el ejemplo que podemos darles.
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