El otro día fui al cine a ver una peli de superhéroes. Como se sabe que tienen un presupuesto alto estás más tranquilo porque crees que estás amortizando más la entrada. Concretamente el Capitán América 2ª parte. Había muchos niños. Me llamó un poco la atención, porque los malos en estas películas suelen ser bastante feos y suelen asustar a los niños. Además, la mayor parte del tiempo de la peli están luchando, que es lo que la gente espera (y por eso he ido a verla).
Como decía había muchos niños, y en mitad de la película, en uno de los silencios que hay después de una batalla, se oye a lo lejos uno de los niños que dice con tono de no estar pasándoselo bien: “Papá: no quiero que haya más peleas…” A mí me quedó bastante claro, ¿y a vosotros?
Cada persona es como es, y cada niño es como es. Es posible que a nosotros nos guste Star Wars y estemos deseando que nuestro hijo la vea, pero también es posible que a nuestro hijo le dé miedo C3PO. “¡Pero si es un robot y solo es una película!” podemos pensar. Pero también pregunto: ¿Y? Nuestros hijos no tienen que ser como nosotros. Ni siquiera tienen por qué parecerse, y ni mucho menos tener nuestros gustos. Hemos de respetarles.
Sí, sí: respetarles, ¿acaso no son personitas? Si no les gusta un tipo de pelis, o montar en bicicleta, o hacer maquetas, o comer chocolate como a nosotros, no podemos obligarles ni coaccionarles para que les guste. No sólo no les gustará, sino que lo aborrecerán. Dejadles hacer lo que les gusta (y sabéis no me refiero a tirar globos de agua por la ventana a la gente que pasa por la calle). Pero si nuestro hijo es más sensible que otros y todavía prefiere ver Peppa Pig antes que Los Vengadores, ¿qué problema hay?