El otro día me contaban una historia que me
pareció muy interesante comentar.
Últimamente hay colegios que han optado por
cambiar los libros de texto de papel por una Tablet. Creo que es una medida muy
buena y que estaba tardando en llegar. Es impresionante el peso que llevan los niños
a la espalda. Pero como todas las medidas innovadoras y revolucionarias como
esta, deben de implantarse con indicaciones, transmitiendo a los padres, en
este caso, los pros y los contras de esta medida. Os voy a contar lo que pasó.
Estos estudiantes no tienen libros o muy
pocos. Hacen los deberes con la Tablet, y estudian con la Tablet. Pero es una
Tablet que no está limitada, al menos no todo lo que debería. Eso significa que
en el disco duro, además de tener los libros de texto, están instaladas también
aplicaciones de cualquier tipo. Y por supuesto, juegos.
La anécdota habla de uno de estos estudiantes
que en época de exámenes estaba en su habitación estudiando. O al menos, eso
era lo que estaba previsto. La madre entró en la habitación y el hijo no estaba
estudiando, sino que estaba jugando. La consecuencia fue que se quedó castigado
por no estudiar, por mentir, etc.
Pero vamos a pensar un momento. Le damos a
nuestro hijo una Tablet, para que estudie, y no le desinstalamos los juegos, ni
siquiera le limitamos el acceso por contraseña, ya que nosotros confiamos plenamente
en nuestros hijos (evidentemente). Ahora vamos a ponernos en su situación. Me
deja mamá en mi habitación, con la puerta cerrada, con la Tablet para estudiar.
¿No veis que ya suena a cuento? ¡Y lo peor de todo, es que el cuento se lo
estamos contando nosotros! Y ahora os pregunto yo a vosotros, padres, ¿tenéis
una fuerza de voluntad tal que hacéis siempre lo que tenéis que hacer? Cuando
estáis en la oficina o puesto de trabajo, ¿trabajáis las 8 horas diarias sin
distracciones? ¿Estáis siempre concentrados al 100% o a veces miráis “qué hay”
en Internet los días que estáis más cansados? Y cuando os proponéis algo, como
por ejemplo bajar de peso, ¿tenéis la suficiente fuerza de voluntad para
cumplir la dieta y no comer dulces? O ¿no será que como no confiáis en vuestra
fuerza de voluntad, os valéis de pequeñas ayudas como no comprar dulces? Y sigo
preguntando, ¿por qué entonces exigís a vuestros hijos que tengan esa fuerza de
voluntad que vosotros los adultos no tenéis? Y peor aún, ¿por qué les castigáis
por no tenerla? Hay soluciones: estudiar con la puerta abierta si el ambiente
de casa lo permite, restringir los juegos con contraseña, etc., etc., etc.
Una vez más hago un reclamo a utilizar el
sentido común como herramienta de educación. Ayudarles enseñándoles trucos para
no distraerse, pero no castigando exigiéndoles algo que excede de su capacidad
de respuesta. Si nosotros adultos, no seríamos capaces, ¿por qué exigírselo a nuestros
hijos de esa manera?
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