Ya te digo yo que no, bueno sí, para desahogarte tú, pero voy a intentar
explicártelo.
Lo primero que quiero decir es que dos de mis hijos son uno más
tranquilo y el otro es incluso muy inquieto. Bien, pues al que es tranquilo
nunca le he puesto la mano encima. Es obediente, bondadoso, con muchas ganas de
hacer el bien, deportista, y ni un pelo de tonto. Al hablar del otro, “el
inquieto”, no puedo decir lo mismo, ya que alguna vez algún azote le ha
caído. Os explico esto, porque visto
ahora con perspectiva, habiendo ya pasado algunos años, y analizando las circunstancias
que atravesábamos en ese momento, puedo decirte que mi hijo, “el inquieto” ahora
no es ni mejor ni peor. Yo estaba nervioso. Él no dormía, y nosotros tampoco,
con lo que el agotamiento nos hacía a todos tener los nervios a flor de piel.
Vosotros pensad una cosa, y es que un niño inquieto o nervioso, lo
lógico es que sea así, o bien porque
nosotros somos así de nerviosos o porque él es así, sencillamente. Y lo que
también está claro, os lo digo por experiencia, es que será muy difícil que nos
preste atención, que nos haga caso, que no nos saque de quicio… Pero, ahora que
estás tranquilo, ¿qué crees que es lo que mejor le vendrá a tu hijo para ser
más tranquilo? Si estamos de acuerdo en que el estar o ser más nervioso le hace
ser o estar como hemos dicho, ¿Cuál será por tanto la mejor manera de que nos
preste atención, que nos escuche y haga caso? Pues está claro consiguiendo que
él esté más tranquilo. Y ahora viene la pregunta del millón, ¿creéis que un
azote ayudará a que sea más tranquilo y sereno… o más bien lo contrario? Desde
luego, a mi hijo, el que llamaba de broma “el inquieto”, ahora es el más
cariñoso de todos, le encanta hacer puzles y no levantarse hasta terminarlos,
nos ayuda a cocinar y le encanta… (Podría seguir mucho más). ¿Qué cómo lo hemos
hecho? Millones de besos, millones de abrazos, hablándole muy despacio, mucho, utilizando el tono de voz más tranquilos que
sepamos decir,… y un poco de paciencia, pero no mucha, os lo aseguro. Lo digo
para animaros a todos los que creéis que no la tenéis. Tenéis más de la que
creéis, y además no os va a hacer falta toda. Eso sí: nada de azotes.
Y para los que no opinan igual, a los que por supuesto respeto a ellos
y su opinión, os hago una reflexión, si cada vez que vuestro hijo hace algo mal
le dais un azote o una torta como primera medida, ¿cómo diferenciáis o le vais
a hacer saber lo grave o menos grave que es lo que han hecho? ¿Pegando más
fuerte o menos flojo? De verdad, ¿tiene sentido? No es de sentido común.
Os pido a todos un favor, en nombre de vuestros hijos, y de vosotros mismos (aunque aún no lo sepáis): que el azote sea el último recurso. Dejadlo para cuando se os hayan acabado todas las alternativas, ya que con un poco de suerte, ya se habrá pasado el enfado, y sobre todo, el vuestro. Así estaréis más tranquilos, y pensaréis con claridad. Con suerte, tu hijo y tú os ahorraréis ese mal trago del azote, ¿o… es que vosotros no os sentís mal después de habérselo dado…?