Un niño
pequeño tiene muchísima energía y tiene que soltarla, por lo tanto todos
nuestros esfuerzos para que se esté quieto serán inútiles. A veces puede pasar
que seamos más o menos tímidos y nos preocupe qué pensará esa señora tan bien
arreglada, o ese señor que nos mira con cara de mala leche. ¿Y a nosotros qué
nos importa lo que piense nadie? Por otro lado, como ya os he dicho antes,
seguro que piensan mucho peor si ven al niño que ni se mueve, y puede sugerir
más cosas malas que buenas. ¡Dejadles que anden! ¡Dejadles que se muevan! Y si
se puede, ¡Dejadles que corran! De lo contrario, lo más seguro es que todo acabe en una
desesperación de la madre o padre y un cachete en el culo. Parece lógico,
¿verdad? Entonces, ¿por qué no dejamos que lo haga? ¿acaso nos molesta?
Entonces el problema es nuestro (a mí me pasa el primero, os lo aseguro, y
lucho cada día para mejorar) Evidentemente, si en la tienda hay artículos que
puedan romperse, habrá que poner más atención, o mejor aún, ir en otro momento
que no vayáis acompañados de vuestros hijos, porque lo más seguro es que todo
acabe en discusión.
Me
gustaría que los que tenéis hijos pequeños y no tan pequeños sepáis lo que
tenéis, que no es sólo un gran tesoro, sino que además son personitas que no
paran quietas porque están en edad de no estarse quietas, necesitan tocarlo
todo, necesitan probarse a sí mismos y probaros a vosotros, necesitan soltar
toda esa energía, etc, etc, etc. Necesitan jugar.