Me
gustaría contaros lo que nos pasó con nuestro hijo y cómo lo solucionamos. No durmió más de una hora
seguida, durante sus primero dos años y medio. Os voy a contar lo que pasó.
Antes
de nada, he de deciros que sólo pretendo contar mi experiencia por si puede
servir a algún padre o madre como referencia, a coger alguna idea, por si se
encuentran en alguna situación parecida. Pero la solución a los problemas de
sueño de mi hijo no debe aplicarse a otro niño sin consultar antes con un
médico. Cada niño, cada persona, somos un caso particular. Quiero contar mi historia
por si os puede ayudar en algo, pero no hay una solución única para este
problema.
Durante
los primeros 3 o 4 meses de vida el sueño es bastante inestable, y puede haber
muchos cambios debidos a la inmadurez del bebé. Pero a partir del cuarto mes
debería empezar a haber cierta estabilidad en el sueño más menos constante. La
pediatra nos dijo que esperáramos hasta los 6 meses, ya que hay niños que tardan
un poco más en madurar. Nosotros esperamos, y las noches seguían sin mejorar.
Mi
hijo se dormía muy bien ya que en apenas 5 minutos después de echarle en la
cuna ya estaba dormido. Pero pasada una hora aproximadamente, empezaba a
llorar. Y hasta que no ibas, no se calmaba. Y ese ciclo se repetía varias veces
a lo largo de la noche, todas las noches. Todas. Llevábamos una rutina de
hábitos para irnos a dormir muy estricta: baño a las 19:30 durante 5-7 minutos,
bibe, cuento y a dormir. Todo lo hacíamos muy despacio y voz tranquila,
intentando transmitirle toda la paz posible. Pero todo seguía igual.
Pasados
8 meses, la pediatra (una profesional fantástica que aún sigue viendo a
nuestros hijos) nos decía que hay niños llorones, y que nos “había tocado”. Aun
así, nosotros sabíamos que eso no era
habitual. Nuestro instinto de padres nos decía que “algo pasaba”. Por el
contrario, su hermano mayor, a partir del cuarto o quinto mes no se despertó ni
una sola vez por las noches.
Tenía
un sueño muy ligero. El ruido de una pisada en la tarima era suficiente para
despertarle. Fueron unos años realmente duros, con ojeras, con muy mal humor
durante el día, desesperados y frustrados. Aún recuerdo un fin de semana que se
lo dejamos a mis padres 24 horas. Fueron 24 horas que aprovechamos para dormir,
salir a dar un paseo, hacer la comida tranquilos, y hablar. ¡Qué paz! No
podíamos “delegar” ese problema a menudo.
Probamos
con todas las opciones homeopáticas, con psicólogos infantiles que basaban su
terapia en el juego (nada baratos), neurólogos (le hicieron pruebas), etc. Durante
el día él estaba de muy mal humor, dando golpes y pegando, lloraba… Hasta que
fuimos a la Unidad del Sueño del Hospital de La Paz.
Comía
muy bien, andaba bien, no presentaba signos de escaso desarrollo de psicomotricidad,
etc. Nos dieron un calendario para que apuntáramos las veces que se despertaba durante
la noche y durante la siesta. Llegamos a contar un máximo 20 despertares, y un
mínimo de 5 en una noche. Una media de 10-12 despertares todas las noches.
Todas. Nos dijeron que, a veces, algún indicador bajo en sangre podría ser la
causa y había que hacerle un análisis de sangre. Es duro hacer un análisis a un
bebé de casi dos años, sabiendo que con lo gordito que era no le iban a
encontrar la vena fácilmente. Pero había que hacerlo. Y allí estuvimos 4
enfermeros y yo para sujetarle. Porque estaba muy fuerte y con muy mal genio.
Yo lo pasé mal, fueron 30 segundos eternos, pero había que encontrar una
solución. Y la encontramos.
El
hierro estaba muy bajo. No recuerdo los valores exactos, pero estaba por debajo
de la mitad del valor mínimo para un bebé de su edad. Y empezamos a
suministrarle hierro. Y al cabo del mes, empezó a dormir. Empezó a mejorar su
humor durante el día. El nuestro también.
Cuando
los adultos no dormimos estamos cansados, nos arrastramos. Sin embargo los
niños están irritables, llorones y de mal humor. Lo mismo pasa con el hierro.
Cuando a un adulto le falta, se arrastra, está decaído. Pero cuando a un niño
le falta, se pone irritable, de mal humor todo el día.
El
proceso en la Unidad del Suelo duró aproximadamente un año, pero mereció la
pena.
Hay
que tener mucha paciencia. Mucha. Es muy fácil perder los nervios en una
situación así. Él no tenía la culpa. Estaba enfermo y no lo sabíamos. Es muy
importante tener esto presente. No es él. No lo hacía a propósito.
Mientras
tanto, y dentro de los grandes misterios de la naturaleza, contra el sueño
ligero de D., estuvo (y aún está) el sueño profundo de su hermano mayor, que
durmiendo en la litera de arriba, no se despertó ni una sola vez, ni una sola
noche, con los llantos de su hermano pequeño que dormía en la misma habitación.
Recuerda:
Cada
niño es diferente.
Ten
mucha paciencia.
Pide
ayuda a quien puedas.
Él no
tiene la culpa.