Tras un pequeño descanso durante la jornada
de verano, volvemos a nuestras reflexiones.
Ya ha empezado el cole. Algunos padres tenían
más ganas que otros, aunque no es el tema que me gustaría tratar hoy.
El otro día, al llegar mi hijo del cole, me
dice que su amigo ha visto una película el fin de semana, y que quiere verla. Yo ya
había visto esa película hace tiempo, pero no recordaba que fuera para un
público infantil, es decir, en torno a los 7 años. Por tanto, fui a buscar el
título de la película para ver la calificación por edades. Efectivamente me
encuentro con que la película tenía una calificación no apta para menores de 12
años. Le dije a mi hijo que esa película
no la podía ver porque era para niños mayores de 12 años. Intentó convencerme,
pidiéndomelo por favor, etc. Pero, aunque me costó (ya que no es una situación agradable
ver a tu hijo pidiéndote algo y tener que decirle que no), acabó entendiendo,
al menos respetando, que no íbamos a ver esa película. Intentando compensarle,
y a la vez premiarle por no enfadarse, hemos visto una película de “las de papá”,
que no son aptas para menores de 7 años, y que podíamos ver sin problema, pero
que a él le ha hecho ilusión extra por ver una película de las que están en la
estantería de papá (las tengo especial cariño, no porque tenga que esconder
nada).
A parte de ilusiones, y recompensas, hay algo
en lo que no puedo dejar de pensar: en ese amigo de mi hijo que vio la
película. No quiero entrar a debatir si un niño de 6 años puede tener la
madurez de un niño de 7 o de 8. Es posible. O no, no lo sé. Lo que sí sé, es
que hay que tener un cuidado exquisito, con lo que ven nuestros hijos. Todos
hemos tenido experiencias de niños que han marcado nuestra vida de mayores, ya
sea con un padre muy estricto, una separación, una muerte temprana de alguien
cercano, etc. Esas circunstancias no son evitables, y es la vida la que nos
marca esas pautas. Pero, no podemos ni debemos permitir que nuestro hijo vea imágenes
o escuche películas que alteran su sensibilidad de niños, que es lo que son.
Ninguno de nosotros sabemos con exactitud las repercusiones que puede tener,
por lo tanto tampoco sabemos el daño que les puede provocar (aunque hay
numerosos estudios sobre este tema). Es nuestra responsabilidad, como madres y
padres, no sólo no hacer nada que pueda dañar a nuestros hijos, sino evitarlo a
toda costa.
Puede que nos encontremos en la situación en
la que queramos ver una película en el cine no apta para menores y que no podamos
dejar a nuestros hijos con alguien para ir a verla. En ese caso, tendremos que
esperar, y verla en otro momento. ¿O acaso es más importante un estreno en el
cine que nuestro hijo?
Nuestros hijos dependen de nosotros. Aunque no entiendan algunas de las cosas que hacemos por su educación, debemos cumplir con nuestra responsabilidad. Confían en nosotros, aunque ellos no lo sepan.