Estoy leyendo el
Principito, y no he podido evitar ponerme a escribir después de leer un pasaje,
en el que el Principito visita el planeta del Rey, que aunque estaba sólo en su
planeta, sabía muy bien lo que decía:
“Quisiera ver una puesta de sol. (…) Ordenad al
sol que se ponga”, dijo el Principito. Y el Rey contestó: “Si ordenara a un general que volara de flor en
flor como una mariposa o que escribiera una tragedia o que se transformara en
ave acuática y el general no ejecutara la orden recibida, ¿quién de los dos
estaría equivocado? (…) Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede dar.
La autoridad se apoya sobre todo en la razón.”
Vaya, casi que podría
dejar aquí de escribir, pero por si acaso, haré un par de aclaraciones a las dos
últimas frases.
Lo primero: hay que
exigir a cada uno lo que cada uno puede dar. Hay un ejemplo muy claro, y es el
de las notas. Debemos poner objetivos a nuestros hijos adaptados a sus
aptitudes. No podemos decirles que tienen que sacar sobresaliente, porque a los
que pueden hacerlo, les irá fenomenal, pero al que no puede, se sentirá
frustrado por no poder cumplir lo que su padre le está pidiendo, y por lo
tanto, no podrá recibir la gratificación que su padre les ha puesto a él y a
sus hermanos, porque sencillamente, no puede porque no tiene las aptitudes para
ello. Por lo tanto, a lo mejor hay que exigir a unos el sobresaliente, pero a
otros habrá que exigirles el notable, o el bien, o incluso el aprobar todas! Y
lo más importante, deberemos alegrarnos exactamente igual por el que ha sacado
todo sobresaliente, como el que ha aprobado todas, si ese era su objetivo.
Por otro lado, cuánta
razón tenía este Rey, sabía que la autoridad se apoya sobre todo en la razón.
No tendría sentido poner como objetivo el sobresaliente al que sólo puede sacar
un Bien, pero de la misma manera, no podemos pedir a nuestros hijos pequeños
(3-6 años) que se estén quietos, porque no tiene sentido, porque son niños, por
la cantidad de energía que tienen, etc.
No tiene sentido exigir
a nuestros hijos de 7 años que hagan la cama como la haríamos nosotros,
sencillamente, no tienen los brazos tan largos como nosotros para poder
hacerlo.
No tiene sentido
pedirles a nuestros hijos, que mientras ordenan su habitación, pongan la mesa,
y le pongan el chupete a su hermano. Nosotros somos adultos y quizá somos capaces,
pero no nuestros hijos pequeños y les podemos volver locos.
No tiene sentido exigir
a nuestros hijos recién levantados que tengan la misma agilidad y celeridad que
nosotros, porque sencillamente, son niños con sueño. De la misma manera no
tiene sentido que después de un viaje, una boda o evento familiar, les pidamos
que hagan lo de siempre con la misma velocidad que siempre, porque si tú,
adulto, estás cansado, ¿cómo no lo van a estarlo ellos? ¿no habrá que ayudarles
hoy a ponerse el pijama y lavarse los dientes ya que el día ha sido muy duro?
No tiene sentido pedir a
nuestros hijos que hagan los deberes igual de rápido que si los hiciéramos
nosotros, porque ellos están aprendiendo, y tú ya te lo sabes. Tú eres adulto, él
es niño. Tú tienes prisa porque tienes un montón de cosas que hacer, pero él todavía
no tiene tantas cosas en la cabeza, porque, una vez más, os recuerdo que son
sólo niños.