Puede
parecer una tontería y es algo muy simple, pero os aseguro que puede con mi
paciencia cuando alguno de mis hijos tiraba el vaso de agua en la cena. Estás
agotado del día, y lo único que quieres es que se acabe pronto la cena para
irte a leer un rato, ver una serie o simplemente dormir. Pero justo cuando
estás pensando en eso, oyes un ruido en el suelo, un líquido caer y la cara de
tu hijo que te mira con una expresión en su cara con la que expresa que es
consciente de que ha metido la pata y te vas a cabrear…
El otro
día un compañero de trabajo me contaba esta historia tal cual, diciendo que le ponía de
los nervios que a su hijo se le cayera el vaso del agua al suelo. ¡A mí también! le dije. ¡Pero he encontrado la solución!Empecé a
explicarle que su hijo no tenía la culpa, sino él. Adiviné los vasos que tenía (los de IKEA, claro),
y al día siguiente le traje otros. Os pongo una foto.
Está
claro qué vaso tenía y cual le regalé yo. Al día siguiente me lo agradeció
enormemente, a parte de la ilusión que les hizo a sus hijos estrenar vasos. Por
cierto, el vaso rojo también es de IKEA.
Creo
que una vez más se pone de manifiesto el sentido común y que debe de primar
sobre todo lo demás. Quiero que os paréis a pensar. La solución está delante de vuestras
narices. Sólo hay que pararse un poco a pensar en la solución, y poneros en la
situación de vuestro hijo. Con unas manos pequeñas, sin asa, con una base más
estrecha que la parte superior, etc., no es que vuestro hijo sea torpe, es que
le habéis puesto la zancadilla (entendedme la expresión). Es un vaso con poca
estabilidad, difícil de coger (más para un niño con las manos de grasa de coger
las empanadillas) y fácil de que se caiga.
Espero
haberos ayudado.